Esta mañana
me he ido a correr a la Casa de Campo de Madrid. Un día otoñal precioso. He
observado a una familia que iba a mi ritmo durante un tramo de carrera. Iban
cuatro, en bici. Por momentos, era el padre (o la madre) el que dirigía, el que
decidía la ruta a seguir. Había charcos, algunos desniveles peligrosos,
diferentes senderos… En otros momentos, su hijo se ponía a su lado y compartían
las decisiones. Por dónde ir, cuando paraban. Y en otras ocasiones, era el hijo
el que se ponía por delante, conseguía el control de la situación y se
respetaban sus decisiones.
Así es la
educación, pensaba mientras sudaba. Según el desarrollo evolutivo de los hijos,
en cada etapa hay decisiones que sólo nos incumben a los padres y a los hijos
les toca aceptarlas, otros momentos las decisiones deben estar consensuadas y
negociadas, y por último nos queda confiar y respetar en sus decisiones cuando
ellos quieren decidir.
Me
imaginaba un paseo por el campo en bicicleta donde todas las decisiones las
tomarán los padres. Me imaginaba un paseo por el campo en bicicleta donde todas
las decisiones las tomarán los hijos. Y me imaginaba un paseo por el campo en
bicicleta donde todas las decisiones tuvieran que ser consensuadas. No sabría
cual elegir. Preferiría quedarme en casa, creo.
Tenemos que
aprender que en la vida hay momentos en los que los niños no pueden montar en
bici solos, otros momentos iremos a dar un paseo con ellos, y llegará el
momento en que también nos pedirán irse a dar una vuelta en bici ellos
solitos.
Muy buena reflexión.
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