Educar es guiar hacia
la autonomía. Educar es pasar de ser una mamá imprescindible a ser una mamá
prescindible, entre otras cosas. Si se sigue siendo imprescindible, no queda
hueco para la responsabilidad, para la maduración.
¿Cómo pasar de ser
imprescindibles a prescindibles? ¿Cómo pasar de ejercer control externo al
autocontrol? ¿Cómo dejar de desresponsabilizarnos para que se responsabilicen?
El objetivo educativo
es que aprendan a desenvolverse por sí mismos, poco a poco. Una madre en todo
momento se tiene que preguntar “esto que
estoy haciendo por mi hijo/a, ¿lo podría ya hacer por sí mismo?” Los hijos/as
están “diseñados” para que se les den responsabilidades. Aunque parezca
mentira, a lo largo de nuestro desarrollo, en un momento determinado, hemos
querido hacer la cama, cuidar del hermanito o bajar a realizar un recado.
¡Necesitábamos hacerlo para sentirnos bien! Una persona es feliz, un niño/a es
feliz, entre otras cosas, porque se siente responsable, porque mueve hilos,
porque puede decidir, porque se acuesta casi todas las noches con un equilibrio
entre sus deseos y sus obligaciones. Aprovechemos cada etapa evolutiva para delegar
responsabilidades, para ser prescindibles. Si no avanzamos al mismo ritmo que
la propia naturaleza, nos volveremos imprescindibles con la carga negativa que
eso conlleva. Cuantas madres me dicen: “es
que tengo que estar encima, si no se lo digo no lo hace, me tiene muy
preocupada…” Oportunidades perdidas.
Para fomentar la
responsabilidad, para dejar de ser imprescindibles, hay que estar cerca, pero
no encima. Hay que estar sin estar, compartiendo el aire, pero dejándoles
respirar. Y lo tienen que saber, lo tienen que notar. No se les puede fallar.
Se debe estar ahí, a la distancia adecuada. Hay que saber esperar a que
reaccionen, a que piensen, a que reflexionen, a que saquen sus conclusiones de
sus vivencias. Y hay que respetar que te lo cuenten, que se lo callen, que te
busquen, que se alejen. Nuestra labor consiste en que nos vean disponibles, que
estemos en un segundo plano, pero muy accesibles en el momento que lo crean
oportuno.
La responsabilidad
debe aparecer cuando el hijo/a encuentra su propio control, cuando maneja los
recursos y las habilidades para tomar decisiones, cuando le sentimos
competente. Para que un niño/a asuma la responsabilidad es vital que sus padres
le dejen hacer, con confianza y respeto. Se decide no decidir para que aprendan
a decidir. Tenemos que hacer que trabaje más su cerebro que el nuestro. Ayudamos
con el silencio y con la disponibilidad. Los hijos/as tienen que percibir que
si necesitan a alguno de sus padres, lo van a encontrar sin problemas. Demandan
probar sus habilidades, sus capacidades, sus aprendizajes, de forma continuada.
Pero sin prescindir de la sensación de apoyo, con el convencimiento de que hay
un público incondicional en la mayoría de sus actos, en un escenario
previsible: su familia.
En el viaje de
crecer, llegará un momento en que las madres (y los padres) se tienen que
posicionar detrás de sus hijos/as, y dejar de tomar decisiones por ellos,
confiando en sus posibilidades de autoguiarse en ese viaje, de afrontar los
obstáculos que se puedan encontrar. Puede que se caigan, y ojalá se caigan, es lo
normal. Y en su caída, en lugar de ir corriendo a socorrerles, se tiene que esperar
para ver si se levantan por sí solos, o si te miran, o si te piden ayuda. El
protagonismo debe tenerlo el niño/a, no el adulto.
Ofertar
responsabilidad incrementa su sensación de dominio sobre la realidad, mejora
las expectativas de autoeficacia y de valía personal. Ser prescindible
fortalece su autoestima. Aunque al principio, puede generar ansiedad y agobio,
tanto a los adultos como a los menores. Son situaciones nuevas donde es lógico
que aparezca la ansiedad. Delegar responsabilidades tiene su dosis de riesgo. Por eso emprender y delegar
responsabilidades a los hijos/as tiene mucho en común. Es decidir una
alternativa deseable pero que entraña cierto riesgo.
Desde el Proyecto Familias Inteligentes ayudamos a las mamas
emprendedoras a ser más eficientes e inteligentes a la hora de educar a sus
hijos/as. Emprender, inteligencia, decidir, eficiencia son conceptos que se llevan
bien. En definitiva, cómo una mama emprendedora puede ser más inteligente
(saber decidir y saber dejar decidir) y eficiente (cumplir lo que quiere con
los recursos educativos mínimos adecuados) para ser más prescindible.
Antonio Ortuño Terriza
Psicólogo Clínico
690334026
www.familiasinteligentes.com
Este artículo también está publicado en el blog de Mama Golondrina.
Un beso desde aquí, Yolanda.