Hay diversos contextos sociales
donde existen familias con hijos e hijas que se les llama inadaptados. Adaptare,
del latín, significa ajustarse a algo. Si tú vives en un contexto ausente de
recursos, de escaso apoyo social, sin
servicios públicos, y la única salida es lo divergente, lo marginal, lo ilegal,
¿te inadaptarías para adaptarte?
Estos contextos sociales están
repartidos de forma desigual por el mundo, pero existen en todo el planeta. En España,
por ejemplo, hay que recordar que hay dos millones de niños y niñas en
situación de pobreza, de exclusión social.
He tenido la suerte profesional
(y personal) de conocer a un grupo de profesionales que trabajan con la ilusión
de dotar de herramientas a las familias para que sus hijos e hijas crezcan con
habilidades para no consumir pegamento con 10 años, o que no agarren una
pistola con 12 años. Es decir, que no se inadapten para adaptarse. Son el Centro
de Inteligencia Familiar (CIFAC) en Chihuahua, México.
Pues sí, desde el otro lado del
charco, un colectivo de profesionales llaman a sus familias inteligentes, como
mi proyecto. Intus legere (elegir entre) y adaptare (ajustarse al cambio). Inteligencia
y adaptación. La inteligencia es la capacidad
para tomar decisiones para que faciliten
la adaptación al contexto y a sus inevitables cambios. Queremos familias que
sepan tomar decisiones, que ayuden a sus hijos e hijas a tomar decisiones, para
anticipar realidades, para dotar de estrategias de afrontamiento. Ese objetivo
es común aunque estemos a miles de kilómetros.
Hace unos meses me invitaron a ir
a México para compartir este honor, y no
dudé. En Junio he estado una semana en Chihuahua, conviviendo con las familias,
conociendo sus realidades, empapándome en su cultura. Ha sido una semana “padre”,
como dirían ellos, repleta de vivencias, de ganas de vivir, de lucha por
defender los derechos de los niños y niñas. Mis 25 años de trabajo con familias
se ponían en juego, ya que su objetivo era que les “platicara” mi modelo de
familias inteligentes, lo que en Europa se trabaja para potenciar la
parentalidad positiva.
A la media hora de estar allí me
sentía como en casa, a nivel personal. Pero a nivel profesional tenía mis dudas.
Sobre todo pensaba si mi metodología de trabajo,
con la técnica del Semáforo Inteligente a la cabeza, podría adaptarse a esas
familias con esas necesidades tan peculiares.
Ha sido un proceso enriquecedor,
de aprendizaje recíproco, y de una gran satisfacción final. ¡Sí que veían mucha
utilidad del semáforo en sus familias! El semáforo inteligente es una técnica
para poner límites de forma respetuosa que ayuda a diferenciar lo que está bajo
control adulto que sería el semáforo rojo (protección de menores que no pueden
tomar decisiones y se les tiene que DECIR NO); las decisiones que tienen que
empezar a tomar los hijos e hijas y que todavía requiere cierta supervisión
adulta (el semáforo amarillo y los procesos de negociación), y el semáforo
verde que el control ya debe ser de los hijos e hijas, mostrando los padres confianza
y respeto en sus decisiones.
¡Eso lo quiero para mis hijos! Que sepan decir NO a los riesgos que
inevitablemente se van a encontrar, que sepan negociar con su pandilla, y que confíen
y respeten las decisiones suyas y la de los demás. ¡Quiero que mi hijo se construya
su semáforo inteligente! Estas frases podría haberlas firmado cualquier
papá o mamá que tuve el gusto de conocer, ya sea en el la Expo Familias
Inteligentes o en la Barriada de la Soledad, en Chihuahua. Y el mensaje está
claro: digamos No, negociemos y confiemos en nuestros hijos, de forma amable y
firme, de forma respetuosa pero coherente, para que las interioricen, aprendan
y puedan usar esas habilidades de forma eficiente en el futuro ante realidades heterogéneas
y cambiantes, es decir, de forma inteligente.
Me alegro mucho de haber sido
útil. Pero como la sabiduría está repartida, yo también he salido muy
beneficiado de esta experiencia (excepto tantas horas de vuelo). Colaborar con
profesionales que aman su trabajo, con un clima laboral envidiable, con ganas
de cambiar la realidad de estos chicos y chicas, con una dedicación admirable
es un orgullo. Gracias CIFAC por escucharme, por dejadme escucharos. Gracias
por tener la fortuna de conoceros y de conocer a grandes profesionales como
Xóchitl González, Margarita, Paul… Gracias Hugo Saenz por darme esta
oportunidad. Sois muy “chingones”. Se os quiere.
Antonio
Ortuño Terriza
Psicólogo
Clínico Infantojuvenil y Terapeuta Familiar