Este blog contiene textos dedicados a las familias, a los padres y madres para que eduquen con buenas prácticas. Tiene dos enfoques que se complementan: el psicológico y el jurídico. Está escrito por dos grandes profesionales y amigos. Antonio Lafuente y Antonio Ortuño. Esperamos que os sea útil.

miércoles, 23 de enero de 2013

¿Cual es la relación de la toma de decisiones y el apego seguro?

Para generar seguridad y apego en los hijos es necesario usar un lenguaje apropiado para cada edad, donde se explicite la situación problema, cómo se reparte el control de esa situación, las alternativas que hay y las consecuencias de cada elección. Todo con respeto, confianza, estabilidad emocional, empatía, humor y afecto.

¿Cuál es la relación de la toma de decisiones con el apego seguro? Veamos un ejemplo:

Opción 1: Hoy toca pera de postre.

En este caso, el niño no elige. Los adultos, con su cerebro en su sitio, valoran que el hijo necesita vitaminas, y por ello debe ingerir fruta de postre. El cerebro infantil aquí apenas trabaja. Si tiene necesidad evolutiva de elegir, de mostrar su identidad, de decir estoy creciendo y quiero decidir yo, sólo le queda la negativa, la oposición, aunque le apetezca la pera.

Si muestra oposición (que suele ser habitual en ciertas etapas evolutivas) mediante rabietas, discusión...si al final de la “batalla” consigue otra cosa que no sea la pera, se generará inseguridad y desconfianza ¿Por qué? Porque se le ha mentido, aunque sea sin querer. Se ha dicho que hay pera (bueno y más cosas tipo “te pongas como te pongas no te voy a dar otra cosa”) y al final no es así. Este cambio desautoriza para la siguiente ocasión, e invita al hijo a dar rienda suelta a su parte del cerebro más emocional para buscar la credibilidad, para poder fiarse de sus padres, en situaciones similares.


Opción 2: Hoy de postre lo que quieras.

El hijo puede elegir sin referencias. Si pide algo que está en la cocina, no hay problema, pero si no está, o no es conveniente (¡Un whisky!), puede aparecer el conflicto. La inseguridad aparece porque también se puede mentir como en el caso anterior. Se le ofrece “todo” y si luego pide algo que se considera inapropiado o no se le puede dar, pues ya tenemos el problema. Por mucho que se explique el adulto, no se está cumpliendo.

En este caso es más complicado fomentar el apego seguro, porque no depende del adulto, si no de poder satisfacer lo que elija el hijo. Y que haya suerte para que elija lo que se desea que elija y, claro está, que esté accesible en ese momento.

Opción 3: ¿Qué quieres una pera o un plátano? Quiero un flan. Ya comiste ayer, cariño, hoy toca pera o plátano.

Aquí el hijo puede elegir, pero dentro de unos límites. Puede insistir en el flan, (desde el punto de vista del crecimiento es saludable que insista, que busque los límites, que “provoque”). Se generará apego seguro si los adultos se mantienen firmes, tranquilos y respetuosos, y no aparece la mentira por ningún lado. Es decir hay pera o plátano. Pero si no se consigue hacerlo correctamente y se le da el flan, surge de nuevo la mentira y la inseguridad.

Para fomentar apego seguro es fundamental ser coherentes, entre nuestros pensamientos, nuestro lenguaje y nuestras acciones. Así aportamos seguridad, credibilidad, confianza, respeto. Es la única manera de construir de forma progresiva su autonomía, que aprendan a tomar decisiones y ser consecuentes, de que quieran asumir responsabilidades, de que quieran ser protagonistas de su proyecto de vida. De que nos sientan disponibles, de que seamos una fuente de información más en su proceso de crecimiento.


martes, 15 de enero de 2013

Del castigo a la toma de decisiones


Una educación inteligente tiene que estar lo más exenta posible de castigos.

El castigo, cuando se aplica, tiene el inconveniente de que el problema recae siempre en el campo del adulto. Por la forma de decirlo, por la forma de aplicarlo, los padres son los que deciden. Y claro, deciden mal. Son los que disponen las reglas de juego, los que “exigen” que se haga algo o se deje de hacer. Hacen de jueces, de policías, de protagonistas de la película, y con ello, empequeñecen a su hijo. No se fomenta la toma de decisiones ni la responsabilidad de los hijos. Lo único que se consigue es que el control de la situación siga estando en el campo de acción del adulto. Para que un niño crezca tiene que aprender a tomar decisiones, y los conflictos son una buena oportunidad para entrenarlas. Para ello el control ha de situarse en el campo de acción del niño. Los hijos tienen que creer que sus padres le van a ayudar a resolver sus problemas cuando lo estimen necesario.
veo inconvenientes en el castigo:-         Es reactivo: viene a destiempo, el hijo ya toma una decisión y de forma inesperada, se le castiga. Eso no educa, no ayuda a anticipar, a prevenir, a madurar.
-         El castigo suele ir acompañado de gritos, humillaciones y violencia, por lo que se produce malestar emocional en los hijos. Secuestrado por la ira, el cerebro del menor le cuesta madurar.
-         Enseña lo que no se tiene que hacer.
-         Es una demostración de poder desequilibrada, desproporcionada.

En el castigo, los padres tienen dos problemas: forzar al hijo a hacer algo que no quiere hacer y no darle o quitarle algo que quiere. Dos problemas, dos preocupaciones... y la única respuesta que le dejamos al hijo es la rabia alimentada por la percepción de injusticia.

Hay que cambiar la idea de castigo por la posibilidad de tomar decisiones, de motivar al cambio. El castigo es la insatisfacción de un deseo por la no realización de una conducta. La responsabilidad se construye con la satisfacción de un deseo a través de la realización de una conducta. No es lo mismo. La educación consiste en motivar para conseguir el éxito, no motivar para evitar el fracaso. En lugar del castigo, hay que animar a que tomen decisiones. Hay que pasar del “castigado sin helado por no comerte las judías”, al “si quieres helado, cariño, come un poco más de judías”. Y que decida el niño. Y se respeta lo que decida. 

jueves, 3 de enero de 2013

Despatologizar la conducta infantil


Las conductas, las emociones, las habilidades... en la infancia y la adolescencia se aprenden en interacción, y por tanto, toda la familia es corresponsable en alguna medida de este aprendizaje. En este aprendizaje recíproco, cuando las situaciones de conflicto lo invaden casi todo, las familias inteligentes no señalan a sus hijos como responsables de la situación, no buscan un diagnóstico a toda costa que les tranquilice y les quite la responsabilidad de la situación. Hablando con una profesora de primaria, me comentó que casi la mitad de su alumnado está diagnosticado de hiperactividad. ¡Pero qué locura es ésta! ¿Por qué ese afán de poner etiquetas al comportamiento infantil? En una terapia con un niño de 9 años, le pregunté ¿y tú, porqué no estudias?, y me contestó “Porque soy vago”. ¿Cuántas veces se lo habrán dicho? ¿Cuántas veces se ha utilizado el verbo ser con ese niño? Cuando se etiqueta a los niños, se les está culpando de la situación. La etiqueta quita a los padres la responsabilidad.

Hay familias “buscadoras de diagnósticos” para justificar la mala conducta de sus hijos. Visitan a varios profesionales hasta que escuchan lo que quieren oír. Me han dicho que mi hija es hiperactiva. ¡Por eso se porta tan mal! A lo mejor se porta mal porque se ha ido fabricando esa “hiperactividad” con pautas educativas ineficaces (que es lo habitual). Si ha ocurrido así, la responsabilidad es de los padres. Pero si es hiperactiva, la responsabilidad es del cerebro de la niña. ¡Qué alivio!

“Mire a ver qué tiene mi hija en la cabeza”, “a ver si a usted le hace caso”, “¿hay algún sitio que le enseñen a mi hijo a controlarse?”, son frases frecuentes e ineficaces y es necesario que se rectifiquen. Las familias inteligentes saben que son los adultos significativos los que tienen que cambiar primero, ya que poseen (o deberían poseer) los recursos y habilidades para luego poder facilitar el cambio del menor. Es importante centrarse, sobre todo, en lo que pueden controlar, y lo que pueden aprender a controlar en primer lugar son sus comportamientos y sus emociones.


El niño se tiene que percibir a sí mismo, siempre y en todo momento, como parte de la solución, y no como el problema. Y los diagnósticos y las etiquetas señalan al niño como el problema. ¡Despatologicemos la conducta infantil de una vez!