Muchos padres y madres me preguntan si es
bueno que los niños y niñas vean la televisión, si la televisión es educativa.
Y yo siempre les contesto que no, que sólo encuentro desventajas. Pero claro,
también no es saludable que coman bollería industrial, y la comen.
Suelo empezar la respuesta con esta
afirmación propia: si quieres que tu hij@ sea un fracaso escolar, (o un fracaso
personal) métele una televisión en su habitación. Es la mejor manera para
aislarle del mundo real, de que no aprenda habilidades para la vida, para
comunicarse, para expresarse, para relacionarse. Ver la televisión es una
variable más que puede iniciar o mantener un proceso de inadaptación social.
Les aleja de aprender a controlar su espacio más cercano, porque hace que le
interese lo lejano e inaccesible.
La televisión es muy eficaz para eliminar
el jolgorio que producen ocho niñ@s en tu casa. Pones la televisión, y no
hay niñ@s. Pero tampoco hay juego, ni comunicación, ni interacción, ni
contacto, ni creatividad, ni pensamiento colectivo, ni imaginación, ni…
Varios informes, entre ellos el de
Barlovento Comunicación de 2011, confirman que la televisión marca un récord
histórico de consumo en los hogares: 239 minutos de televisión por persona al
día. Se trata del tercer año consecutivo de incremento de la cifra de consumo.
Esto significa que un hij@ puede ver de media al día 4 horas la televisión,
(que es una barbaridad) cuando tenga 6 años habrá dedicado, un año entero,
seguido y sin descanso, a ver la televisión. Tiempo perdido. Un año
desperdiciado para establecer vínculos afectivos con tus hij@s, para satisfacer
sus necesidades, para interactuar, para educar. Piensa cuanto tiempo dedicas al
día para jugar con tu hij@, a hablar, a escucharle, a reírte, y cuánto tiempo
se dedica a ver la televisión, aunque sea con compañía. Por el hecho de tener
la televisión puesta mientras se cena, por ejemplo, se está desaprovechando
oportunidades para hablar, para expresar opiniones y emociones, para aportar
seguridad a tus hij@s, para mostrar nuestra disponibilidad y cariño, para
ayudar a gestionar sus dudas, sus riesgos, sus decisiones. Luego vendrán “es
que no me cuenta nada”, “no se le puede decir nada” “no sale de su
cuarto”…
Con la televisión los niñ@s no deciden, no
fortalece el aprendizaje de su autonomía. ¿Quién decide los programas, las
series, las noticias de los Telediarios? ¿Quién decide que haya programas como
la Supernanny, por ejemplo? Y lo que es más grave, ¿qué niñ@s deciden ir al
programa de la Supernanny? Por lo tanto, el aprendizaje del uso responsable de
la televisión es nulo, ya que está bajo el control y el poder de muy pocas
personas con muchos intereses económicos por detrás. La “ilusión de decidir” se
limita a cambiar de canal.
Todos las habilidades para el aprendizaje
requieren esfuerzo. Leer, memorizar, reflexionar, inferir, analizar,
sintetizar, pensar, comprender, contextualizar… son muy necesarias para la
adaptación de nuestros hij@s a la realidad. La televisión lejos de
potenciarlas, las anula. Ahoga la capacidad de abstracción y razonamiento, los
procesos cognitivos complejos, las conversaciones, los canales de
participación, el aprendizaje de lo cercano… dificultando la adaptación al
mundo real. Poner la televisión no cuesta esfuerzo. Ver la televisión cuesta
aún menos. Lo que cuesta esfuerzo es abrir un libro, bajar la basura, inventar
un cuento, o apagar la televisión.
Hay chavales que me dicen en las terapias
que prácticamente lo que no sale en televisión no existe. O mejor dicho, todo
lo que sale en la televisión es verdad, aunque no coincida con su realidad.
Creen más en la televisión que en su propia realidad. Esto es muy duro de
admitir. No ponen en duda la veracidad de lo que se percibe en televisión. La
televisión ha superado a la realidad misma. Y esto acarrea un problema
importante: el mundo real puede dejar de ser atractivo para nuestros hij@s.
Quieren que su mundo real se equipare al mundo virtual, a lo que sale en la
televisión. Y si no es así:
- Se
pueden frustrar, cuando perciben que en su realidad no pueden conseguir lo que
la televisión les propone. Y la televisión propone muchas cosas innecesarias,
fomenta un consumo irresponsable e irrespetuoso con el medio ambiente, te
invita a tener lo que no hace falta (eso es la publicidad).
- Suelen
evitar afrontar su realidad, surge un proceso de desresponsabilización. En el
mundo de la televisión no se puede actuar, y entonces se piensa que en la
realidad tampoco es significativa la participación. Y como no puedo obtener de
forma rápida lo que deseo, evito esforzarme para conseguirlo. Y encima, le echo
la culpa a los demás. La televisión produce pasividad. Y mucha.
- Se
pueden deprimir. Se juega a lo que sale en la televisión, se habla de lo que se
habla en la televisión, se quiere ser como los que salen en la televisión. Pero
nos comparamos y salimos perdiendo. Disminuye la autoestima, no se aceptan las
limitaciones y posibilidades, nos genera inseguridad.
En el trabajo terapéutico con las familias
les ayudo a que se sitúen en esta escala con las siguientes siete fases:
1.-
Pide permiso para poder ver la TV.
2.-
Pide permiso para poner o cambiar el canal que desea.
3.-
Empieza a querer decidir lo que ve y cuando lo ve.
4.-
Consigue acceder a la TV sin permiso y cuando quiere.
5.- Se adueña del mando de la televisión.
Y apaga la televisión cuando quiere.
6.-
Consigue tener una televisión en su habitación.
7.-
Decide cuando encender y apagar su propia televisión.
¿Con 15 años deberían seguir pidiendo
permiso para poner la TV? Pues creo que sí. Cuánto más jóvenes avancen hacia la
fase séptima, mayor problemática surgirá.
¿Qué solución pongo encima de la mesa?
Pues como en otras problemáticas, les informo sobre la técnica del semáforo
inteligente (ver video de la pestaña de proyecto). Una técnica basada en la
amabilidad y el control. Dependiendo de la edad, se tiene que decidir:
Semáforo rojo: los adultos son los que deciden en qué franjas
horarias, que días y qué programas que no se permiten ver. Es algo
innegociable. Por ejemplo: en las comidas no se pone la televisión. La TV
sólo se ve en el fin de semana. O también: en esta casa hemos decidido no tener
TV.
Semáforo amarillo: las franjas horarias y programas se pueden y deben
negociar. Por ejemplo: de lunes a viernes se puede ver la televisión 45 minutos
el canal A, B o C (no D) si se han realizado los deberes y la habitación esté
ordenada.
Semáforo verde: las franjas horarias y los programas lo deciden
nuestros hij@s. Por ejemplo, durante el fin de semana, deciden qué película
familiar se verá y en qué momento. Llegará un momento en que casi todo será
semáforo verde, pero cuanto más tarde, mejor.
Y para terminar, recomiendo la lectura del
gran artículo que me ilustró hace unos años: Televisión, interacciones
sociales, territorio y poder, de Fernando Cembranos. Entre otras cosas,
dice: la razón última de la TV es anunciar, la razón última
de anunciar es obtener beneficios monetarios, y la razón última de acumular
beneficios monetarios es concentrar poder… La TV es un medio en manos de los
ricos que lo controlan adecuadamente para hacerse aún más ricos.
no se si lo vas a leer pero queria quitrame el sombrero por el buen rato que nos has hecho pasar hoy en patxi larrainzar y felicitarte por tu libro y tu manera hacer entender las cosas gracias por este ratico q mucho he aprendido y desde hoy pondre en practica y decirte q ya he encargado el libro q seguro q pronto lo acabare mil gracias un saludo
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