Este blog contiene textos dedicados a las familias, a los padres y madres para que eduquen con buenas prácticas. Tiene dos enfoques que se complementan: el psicológico y el jurídico. Está escrito por dos grandes profesionales y amigos. Antonio Lafuente y Antonio Ortuño. Esperamos que os sea útil.

jueves, 13 de marzo de 2014

¿Cómo llegar a ser una mamá prescindible?


Educar es guiar hacia la autonomía. Educar es pasar de ser una mamá imprescindible a ser una mamá prescindible, entre otras cosas. Si se sigue siendo imprescindible, no queda hueco para la responsabilidad, para la maduración.

¿Cómo pasar de ser imprescindibles a prescindibles? ¿Cómo pasar de ejercer control externo al autocontrol? ¿Cómo dejar de desresponsabilizarnos para que se responsabilicen?

El objetivo educativo es que aprendan a desenvolverse por sí mismos, poco a poco. Una madre en todo momento se tiene que preguntar “esto que estoy haciendo por mi hijo/a, ¿lo podría ya hacer por sí mismo?” Los hijos/as están “diseñados” para que se les den responsabilidades. Aunque parezca mentira, a lo largo de nuestro desarrollo, en un momento determinado, hemos querido hacer la cama, cuidar del hermanito o bajar a realizar un recado. ¡Necesitábamos hacerlo para sentirnos bien! Una persona es feliz, un niño/a es feliz, entre otras cosas, porque se siente responsable, porque mueve hilos, porque puede decidir, porque se acuesta casi todas las noches con un equilibrio entre sus deseos y sus obligaciones. Aprovechemos cada etapa evolutiva para delegar responsabilidades, para ser prescindibles. Si no avanzamos al mismo ritmo que la propia naturaleza, nos volveremos imprescindibles con la carga negativa que eso conlleva. Cuantas madres me dicen: “es que tengo que estar encima, si no se lo digo no lo hace, me tiene muy preocupada…”  Oportunidades perdidas.

Para fomentar la responsabilidad, para dejar de ser imprescindibles, hay que estar cerca, pero no encima. Hay que estar sin estar, compartiendo el aire, pero dejándoles respirar. Y lo tienen que saber, lo tienen que notar. No se les puede fallar. Se debe estar ahí, a la distancia adecuada. Hay que saber esperar a que reaccionen, a que piensen, a que reflexionen, a que saquen sus conclusiones de sus vivencias. Y hay que respetar que te lo cuenten, que se lo callen, que te busquen, que se alejen. Nuestra labor consiste en que nos vean disponibles, que estemos en un segundo plano, pero muy accesibles en el momento que lo crean oportuno.

La responsabilidad debe aparecer cuando el hijo/a encuentra su propio control, cuando maneja los recursos y las habilidades para tomar decisiones, cuando le sentimos competente. Para que un niño/a asuma la responsabilidad es vital que sus padres le dejen hacer, con confianza y respeto. Se decide no decidir para que aprendan a decidir. Tenemos que hacer que trabaje más su cerebro que el nuestro. Ayudamos con el silencio y con la disponibilidad. Los hijos/as tienen que percibir que si necesitan a alguno de sus padres, lo van a encontrar sin problemas. Demandan probar sus habilidades, sus capacidades, sus aprendizajes, de forma continuada. Pero sin prescindir de la sensación de apoyo, con el convencimiento de que hay un público incondicional en la mayoría de sus actos, en un escenario previsible: su familia.

En el viaje de crecer, llegará un momento en que las madres (y los padres) se tienen que posicionar detrás de sus hijos/as, y dejar de tomar decisiones por ellos, confiando en sus posibilidades de autoguiarse en ese viaje, de afrontar los obstáculos que se puedan encontrar. Puede que se caigan, y ojalá se caigan, es lo normal. Y en su caída, en lugar de ir corriendo a socorrerles, se tiene que esperar para ver si se levantan por sí solos, o si te miran, o si te piden ayuda. El protagonismo debe tenerlo el niño/a, no el adulto.


Ofertar responsabilidad incrementa su sensación de dominio sobre la realidad, mejora las expectativas de autoeficacia y de valía personal. Ser prescindible fortalece su autoestima. Aunque al principio, puede generar ansiedad y agobio, tanto a los adultos como a los menores. Son situaciones nuevas donde es lógico que aparezca la ansiedad. Delegar responsabilidades tiene su dosis de riesgo. Por eso emprender y delegar responsabilidades a los hijos/as tiene mucho en común. Es decidir una alternativa deseable pero que entraña cierto riesgo.

Desde el Proyecto Familias Inteligentes ayudamos a las mamas emprendedoras a ser más eficientes e inteligentes a la hora de educar a sus hijos/as. Emprender, inteligencia, decidir, eficiencia son conceptos que se llevan bien. En definitiva, cómo una mama emprendedora puede ser más inteligente (saber decidir y saber dejar decidir) y eficiente (cumplir lo que quiere con los recursos educativos mínimos adecuados) para ser más prescindible.


Antonio Ortuño Terriza
Psicólogo Clínico 
690334026

www.familiasinteligentes.com

Este artículo también está publicado en el blog de  Mama Golondrina. 
Un beso desde aquí, Yolanda.

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