Este blog contiene textos dedicados a las familias, a los padres y madres para que eduquen con buenas prácticas. Tiene dos enfoques que se complementan: el psicológico y el jurídico. Está escrito por dos grandes profesionales y amigos. Antonio Lafuente y Antonio Ortuño. Esperamos que os sea útil.

domingo, 6 de octubre de 2013

A mí nadie me tiene que decir cómo educar a mi hij@

Es una frase que de vez en cuando se oye en diferentes foros. Lo puede escuchar el profesorado, los profesionales de la psicología, el personal sanitario, el vecindario… No es fácil decirla, ni escucharla.

¿Por qué una madre o un padre dice esta frase?
En primer lugar, es una respuesta a un comentario recibido, y que no suele gustar. Un comentario de una amistad, un familiar, un profesional,  sobre cómo ha podido afrontar ese adulto una situación determinada con su hij@. Esa persona se siente ofendida, y reacciona con cierto nivel de ira (interpreta que no es justo lo que están diciendo, o cómo se lo están diciendo). Por eso cada vez cuesta más hacer comentarios de este tipo, ya que a nadie tampoco le gusta que le digan a mi nadie
En segundo lugar, aparece la autosuficiencia. Creen que la educación de los hij@s sólo la pueden hacer los padres y madres, y con ello desautorizan a otras figuras educativas imprescindibles para el desarrollo de los niñ@s, como los abuel@s, las amistades o el profesorado. No existe la corresponsabilidad educativa. Por ello, cualquier fuente de información que discrepe de su planteamiento educativo es desacreditada, no se tiene en cuenta.
Y en tercer lugar, puede ser un mecanismo de defensa, una evitación. No se quiere afrontar una realidad que para otras personas no está funcionando. Puede ser una dificultad a admitir errores, de aceptar limitaciones, de buscar la perfección, de huir de críticas, de miedo a sentirte evaluado, de experiencias previas aversivas.

Ventajas de decir esta frase:
Ninguna. Si me dicen que a la tortilla de patatas en lugar de cebolla eche calabacín, y yo digo  “a mí nadie me tiene que decir que echar a la tortilla de patatas”, pues no la pruebo y nunca sabré si era cierto o no. Es mejor cambiar, probar y decidir. Y luego yo decido lo que yo considero deseable (le añado calabacín si me ha gustado y si no, no). Si las estrategias que utilizo para manejar un conflicto no me funcionan, insistir en lo que no funciona no aporta ninguna ventaja. Busco cambios e intento aplicarlos (a no ser que me digan que eche lejía a la tortilla o que me obliguen a echar calabacín).

¿Quién suele decirla?
Puede ocurrir que ambos miembros de la pareja estén de acuerdo con esta frase. Este tipo de familias no suele acudir a terapia psicológica (a no ser que lo dictamine un juez). Es más habitual que aparezca una pareja dónde sólo un miembro de la pareja esté de acuerdo con esa frase (suele ser el varón).

¿Cómo actuar desde el plano terapéutico?
Con mucho respeto. Evitando las instrucciones, las valoraciones, las recomendaciones. Intentando entender su postura, realzando sus fortalezas, y poco a poco ponerles encima de la mesa otro modelo para que experimenten. La terapia no es decirles lo que tiene que hacer, sino hacer que decidan los padres, que sean ellos los protagonistas de su aprendizaje y cambio, que detecten sus contradicciones, bloqueos y sus resistencias al cambio. Esto es posible… y muy enriquecedor.

El proyecto Familias Inteligentes en las terapias intenta ayudar a las familias a que:

-        Busquen y promuevan los cambios, el avance. Sean curiosas, ambiciosas, les guste descubrir nuevas cosas. 
-      Se lleven bien con informaciones hetereogéneas, con nuevas realidades, retos y oportunidades. Sepan indagar, elegir, seleccionar lo pertinente, lo idóneo para la educación de sus hij@s.
-       Admitan otros criterios, escuchen, compartan, no tengan miedo a decir “no lo tengo claro”, “creo que me he confundido”. Cambiar de opinión no es un signo de debilidad, sino de inteligencia.
-       Sepan que educar es un continuo reajuste mutuo y que no siempre usamos las herramientas adecuadas.
-       Acepten lo diferente, la pluralidad de ideas, el enriquecerse de las vivencias con otras personas.
-       Deleguen responsabilidades en otros contextos educativos, construyendo puentes con la familia extensa, el centro escolar, el vecindario…
-       Sustituyan la frase “a mí nadie me tiene que decir cómo educar a mi hijo” por “decidme cualquier cosa que penséis me puede ser útil para educar mejor”.