Este blog contiene textos dedicados a las familias, a los padres y madres para que eduquen con buenas prácticas. Tiene dos enfoques que se complementan: el psicológico y el jurídico. Está escrito por dos grandes profesionales y amigos. Antonio Lafuente y Antonio Ortuño. Esperamos que os sea útil.

jueves, 18 de abril de 2013

Las provocaciones: ¿lo normal en la adolescencia?



La provocación de los hijos suele planear por todas las fases evolutivas, especialmente en la adolescencia. No tiene edad, aunque según crecen, son más hábiles para buscar las debilidades adultas La provocación no es un problema, es un intento desesperado del hijo por resolver los problemas, por situarse en el mundo, para encontrar seguridad y credibilidad en sus padres. La provocación es síntoma de vida. Es un mensaje que no se ha escuchado previamente y que se tiene que escuchar, una petición de cambio que se debe traducir.

Cuando reina la inseguridad, las provocaciones son el grito de libertad de los niños y adolescentes para la búsqueda de su propia identidad. Son interpretaciones de que algo es injusto, señales de que algo se está haciendo mal, ¡pero los padres primero! Una rabieta, un estallido de ira, tiene unos antecedentes. Hay que preguntarse: ¿Qué ha pasado antes? ¿Por qué se ha iniciado la discusión? La mayoría de las veces los comienzos de las grandes discusiones suelen ser pequeñas “chorradas”. Indagando en los previos de las provocaciones se puede identificar errores, prevenir futuros conflictos, gestionar problemas, aprender a tomar nuevas decisiones.

Aquí se ponen en juego las habilidades de los padres y madres para manejar esas provocaciones. Alguna recomendación:



1.- Hay que llevarse bien con la provocación, esperándola, incluso dándole la bienvenida. No nos fijemos en los hijos, fijémonos en que hemos hecho o dicho antes.
2.- Saber identificar el tipo de provocación: los silencios, el hacer la pelota, las faltas de respeto…
3.- Descifrar el código, el mensaje oculto de la provocación, analizando esa semilla de la ira. ¿Qué puede haber interpretado mi hijo como injusto?
4.- Entender la emoción asociada a la provocación, pero sin entrar al trapo, sin dedicar un segundo a razonar las provocaciones, si se ha sido coherente y amable previamente.

En la provocación, los niños y adolescentes comunican a su manera que existen, que se les tengan en cuenta, que quieren ser relevantes. Se niegan cuando piensan que pueden decidir y no se les deja. La negación no cuesta esfuerzo, es una forma de significarse sin esfuerzo. A lo que me digas, te digo que “no”. El que propone piensa, reflexiona. El que dice “no”, apenas lo hace. Y ambos consiguen el mismo protagonismo. Conforme crecen, además, aparece la falsa oposición, que desespera a todos los padres del planeta. Consiste en lo siguiente: el niño se apoya en una distorsión (extraída de alguna contradicción adulta entre lo pensado, dicho y hecho), en una interpretación errónea (pero que le viene al pelo para conseguir sus objetivos) del argumento esgrimido por los adultos, en algo que no han dicho, pero que él dice que han dicho.

En definitiva, en el mundo adolescente hay que respetar  sus momentos de ambivalencia: ellos quieren más libertad, pero a la vez la temen.  El que provoquen es normal. Las provocaciones de los hijos son como las olas del mar. Cada ola tiene una altura, una duración, y el mar tiene su frecuencia de olas. Cada provocación tiene su intensidad, su duración, y en cada familia hay una frecuencia En educación no existen las piscinas. Los hijos que provocan son un indicador de fallos en las decisiones de sus padres. En cualquier entrenamiento, en cualquier aprendizaje, se cometen errores que se han de trabajar en el proceso de cambio, para reducir ese oleaje. ¡Y este oleaje comienza antes de sus dos años!


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